El arzobispo Ramón Benito de la Rosa y Carpio consideró que existe un desorden en la emigración de los haitianos hacia República Dominicana, y abogó por una política regulatoria, parecida a la que hubo cuando venían contratados a cortar cañas y luego regresaban a su territorio.
El prelado precisa que en el país existe mucho desorden y ese es uno de los principales problemas que necesitan de acciones para corregirlo de alguna manera, para que exista alguna documentación de los que residen en este territorio. De la Rosa y Carpio dijo que Haití es el país más pobre del Continente y sus ciudadanos emigran en busca de un mejor estilo de vida, como es normal en todas las sociedades de menor desarrollo que otras.
El arzobispo de Santiago manifestó que los pueblos pobres emigran y los ricos viajan como turistas, y puso como ejemplo que en el pasado los españoles y puertorriqueños emigraban a otros territorios, incluido al dominicano, pero ahora con el progreso logrado, viajan como turistas.
Indicó que la Iglesia Católica tiene un criterio definido hacia el emigrante, que es tratarlo con respeto y consideración, pero que los estados tienen como norma su regulación y los empleadores acogerlos con justicia, igual a como son tratados los dominicanos que emplean.
El prelado precisa que en el país existe mucho desorden y ese es uno de los principales problemas que necesitan de acciones para corregirlo de alguna manera, para que exista alguna documentación de los que residen en este territorio. De la Rosa y Carpio dijo que Haití es el país más pobre del Continente y sus ciudadanos emigran en busca de un mejor estilo de vida, como es normal en todas las sociedades de menor desarrollo que otras.
El arzobispo de Santiago manifestó que los pueblos pobres emigran y los ricos viajan como turistas, y puso como ejemplo que en el pasado los españoles y puertorriqueños emigraban a otros territorios, incluido al dominicano, pero ahora con el progreso logrado, viajan como turistas.
Indicó que la Iglesia Católica tiene un criterio definido hacia el emigrante, que es tratarlo con respeto y consideración, pero que los estados tienen como norma su regulación y los empleadores acogerlos con justicia, igual a como son tratados los dominicanos que emplean.
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