martes, 17 de julio de 2007

PESADO Y HALLADO FALSO

Algunas personas tienen un hábito maniático de pesarse. Existen balanzas tan precisas que pueden pesar un simple cabello de tres centímetros de longitud. Para experimentos de físicas y química, existe una balanza electrónica que registra el peso de una sola letra o de un punto escrito o dejado de escribir en una sola hoja de papel.

No necesitamos, empero, balanzas tan delicadas para saber si hacemos el peso normal o no. Cualquier balanza ordinaria, y la correspondiente tabla de altura y peso, es suficiente para saber si pesamos lo que conviene.

Pero es mucho más difícil si tratamos de comprobar nuestro peso en el terreno moral y espiritual. En tiempos antiguos existía la costumbre de pesar al gran Mogol de la India, una vez al año, en plata y en oro, en presencia de sus nobles, y ello tenía por objeto, no tan sólo determinar su estado de salud, sino hacer resaltar la virtud moral de su caridad, ya que el producto del peso era distribuido a los pobres, de este modo la ceremonia resultaba siempre en su favor y alabanza. Pero no es siempre así cuando Dios pesa a las personas.

Otro rey antiguo fue pesado, pero no en la balanza de sus nobles, sino en la de Dios, y el resultado fue escrito maravillosamente en la pared de su palacio durante un banquete. Esta historia se encuentra en la Biblia en el capítulo 5 de Daniel. El resultado fue.

''pesado has sido en balanza y
fuiste hallado falso,
por tanto, tu Reino
es traspasado de ti
y entregado a tus enemigos.''

Y así ocurrió, pues la misma noche la ciudad fue asaltada por Ciro y fue muerto el rey, Belsasar, y todos los que le acompañaban en su orgía.

La balanza divina nunca miente, y es más delicada que las electrónicas de nuestro mundo, pues pesa nuestros hechos, palabras y aun pensamientos y deja regitrado por un igual, el peso del más grande crimen.

Esto parece demasiado maravilloso para ser verdad, pero estamos en un Universo de maravillas, que se van abriendo ante los ojos asombrados de nuestra mente en esta Era Atómica, y no podemos extranarnos de que, por extraordinario que nos parezca, descubramos algún día que eran ciertas estas cosas maravillosas que viene declarando desde hace siglos la inspirada palabra de Dios. La Sagrada Escritura.

Lo peor del caso es que todos nos encontramos, en nuestro estado natural, por debajo del peso exigido por la divina Justicia. ''Todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios'', dice Romano 3.23. Pero hubo una persona sublime, Jesucristo, que no fue hallado falso en toda su vida terrenal.

Fue el hombre perfecto, y El, que no tenía culpas propias para expiar, tomó sobre sí la responsabilidad de todas las nuestras, para realizar la redención prometida por Dios a una raza pecadora. Su sacrificio es nuestra única esperanza si a El nos acogemos aceptándole como nuestro Salvador y sustituto eficaz.

Al aceptarle como tal, de todo corazón, todo el peso de su inmensa justicia, y todo el valor de su divinidad nos es aplicado, y ello es suficiente para inclinar la balanza a nuestro favor, por grande que haya sido el peso de nuestro pecado en aquella parte de nuestra vida que vivimos a nuestro antojo y apartados de El.

Acéptale como Salvador si no quieres ser hallado falso en aquel gran día en que ''todos nosotros tenemos que comparecer ante el tribunal de Cristo'' ( 2 Corintios 5.10).

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