lunes, 16 de junio de 2008

PRENSA Y MEDIO AMBIENTE


Comenta Elliot Aronson, en su libro "El Animal Social", que la prensa ejerce una sutil influencia en nuestras opiniones, ya que destaca unos acontecimientos e ignora otros. El director de la BBC de Londres afirmó una vez que los noticieros televisivos son una forma de pasatiempo y en algunos países figuran en el renglón "entretenimiento'.
Este hecho, en apariencia inocente, es responsable de la imagen catastrófica que tenemos del mundo. Como a la mayoría le atrae más la noticia de un estudiante que abrió fuego sobre sus compañeros que la fiesta de graduación de la academia, los medios nos ofrecen una cartelera de horror. Pues una presa rota que inunda todo un valle y ahoga a miles de personas es más "noticia" que un reportaje sobre su programa de mantenimiento. Sería injusto acusar a los medios de "sensacionalistas". Los principales culpables somos los lectores, a quienes nos fascinan la truculencia y la catástrofe. Sin embargo, un periodista consciente de esta distorsión puede mitigar esa influencia nociva.
Un incidente ocurrido en Austin, Texas, en 1970 ejemplifica la forma tendenciosa en que los medios manejan las noticias. Los estudiantes de la Universidad de Texas planeaban una manifestación de 20 mil personas. El Ayuntamiento de Austin negó el permiso a los convocantes, pero ellos decidieron marchar de todos modos, permaneciendo en las aceras. Se rumoraba que el municipio enviaría a los Texas Rangers, cuerpo especial entre cuyas virtudes no figura el amor a los estudiantes, a reprimir a los que se bajaran de la acera. Como es prácticamente imposible mantener en la acera a tal multitud, se presagiaba una hecatombe, razón por la cual todas las cadenas televisivas acudieron a Texas a cubrir el encontronazo.
Contra todos los pronósticos, no sólo no hubo ningún incidente violento, sino que la manifestación se desenvolvió en un ambiente de franca camaradería: los estudiantes ofreciendo refrescos a los policías, entre saludos afectuosos y apretones de manos, mientras éstos desviaban el tránsito para facilitar la manifestación. ¿Qué había pasado? A último minuto, un grupo de profesores universitarios logró que un juez federal autorizara la marcha.
Sin embargo, este inusual y alentador acontecimiento no recibió publicidad, ya que los medios lo ignoraron por completo. "Puesto que no había violencia, los equipos de los noticiarios abandonaron la ciudad y no hubo cobertura nacional", fue la escueta explicación que dio un vocero.
Algo similar ocurre en el país con el manejo de los bosques. La agenda de prioridades es diseñada en base a lo que resulte más atractivo para los medios. Aunque detener la deforestación e impedir que desaparezcan los remanentes de bosques primarios es lo prioritario, la mayor parte de los recursos se invierte en la reforestación, que es más publicitable. Claro, al impedir que desaparezca un bosque no estamos creando nada nuevo. La reforestación, por el contrario, produce la falsa ilusión de que estamos creando un bosque. Es difícil movilizar a la prensa para mostrarle que el bosque primario, que ya existía cuando el descubrimiento, no ha desaparecido. Tiene mayor poder de convocatoria la reforestación, aunque el resultado sea una plantación de casuarina o de neem, dos plantas invasoras que amenazan nuestros ecosistemas naturales.
Los principales culpables somos los lectores, a quienes nos fascinan la truculencia y la catástrofe.
Aunque detener la deforestación es lo prioritario, la mayor parte de los recursos se invierte en la reforestación, que es más publicitable.

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