jueves, 17 de julio de 2008

MELLIZOS DE DOS COLORES


BERLÍN, ALEMANIA. Como una de esas sorpresas de la genética humana y la Naturaleza, Florence Addo-Gerth y su esposo, Stephan Gerth, presentaron ayer a la prensa a sus gemelos Ryan (izquierda) y Leo (derecha). Mientras que Ryan tiene la piel negra, y es más parecido a su madre, su hermano gemelo presenta rasgos caucásicos y su piel es blanca, igual que su padre. La madre de los bebés, Florence Addo, procede de Ghana, una nación africana, mientras que el padre de los hermanitos es alemán.

sábado, 5 de julio de 2008

INGRID POR FIN LIBRE DE LA FARC


De la cárcel vegetal a la libertad urbana, del corazón de la selva colombiana a París, Ingrid Betancourt es la protagonista del drama estelar del momento. Rescatada en una misión inimaginable, acometida con inteligencia y valentía por el Ejército de su patria, es ya símbolo de resistencia y ejemplo vivo de cuánto puede la solidaridad humana. Y si es humana, universal; porque a todos nos une el dolor de la madre alejada forzosamente de sus hijos y de su familia, su destino a la suerte de un grupo de rezagados de la historia convertidos en narcoguerrilleros por oficio, y tal vez por convicción.
En sus años de cautiverio no hubo ocasión para el síndrome de Estocolmo, pero tampoco para el odio hacia los carceleros que la humillaban sin compasión, al igual que a los demás secuestrados. Como si la privación de la libertad y las duras circunstancias del cautiverio fuesen insuficientes. Confiesa Ingrid que no derivó satisfacción alguna de ver a su verdugo maniatado, vendado y tendido desnudo en el piso del helicóptero que la llevaba a la libertad. César, en el trato hacia los secuestrados, superaba el papel de cancerbero. Era ciertamente un verdugo, un fanático, un sádico empeñado en aumentar el sufrimiento de sus víctimas hasta en los detalles más nimios. De carcelero a encarcelado, al narcoguerrillero deberían esperarle muchos años de reclusión, claro, si una amnistía o consideraciones políticas no le devuelven anticipadamente la libertad.
A menudo, la separación entre víctima y victimario es una línea muy tenue. Frontera momentánea y que se convierte en venganza a la menor oportunidad. La historia está llena de ejemplos. Los romanos no diferían de los bárbaros en su concepción de la guerra y el "vae victis" lo confirma. Los alemanes cometieron las peores atrocidades en la Operación Barbarrosa, en un fracaso continuo, tras el fallido cerco a Stalingrado. Pero el Ejército Rojo fue un émulo adelantado en el recorrido de sus tanques hasta Berlín, dejando atrás toda una estela de ignominia, de violaciones sistemáticas, pillaje y exterminio hasta de aliados ideológicos. Aunque una novela, "Las Bienvenidas", de Jonathan Littel, el norteamericano que ganó el premio Goncourt escribiendo en francés, documenta ad náuseam las crueldades de aliados y alemanes.
En el rechazo total a la conducta del victimario, puesta a prueba en la práctica, reside la grandeza de la víctima. El perdón es la frontera definitiva, delineada. Con templanza, convicción y una nobleza que escapa a la mayoría de los mortales. Nelson Mandela es el arquetipo del perdón generoso. Hace unos días, Londres celebró con júbilo y admiración el nonagésimo aniversario de ese gigante africano, fuente incesante de inspiración y respeto. Los casi 25 años de prisión injusta, la mayoría en condiciones terribles en la isla de Robben, desde donde se pueden apreciar las luces de Ciudad del Cabo y sentir así las nostalgia por la libertad, templaron el espíritu de Mandela y lo convirtieron en héroe hasta para la minoría blanca no contaminada con el extremismo del apartheid. Tendió una mano amiga a sus carceleros y se sentó con Botha en la mesa de la concordia. Víctimas y victimarios, hermanados en el propósito de reescribir la historia, sin atención al pasado.
¿Cómo calificar la cárcel en Guantánamo, sino como una respuesta salvaje a otro hecho salvaje, 9/11? Sólo que las víctimas se han convertido en víctimarios y perdido la superioridad que acuerdan los principios, la libertad y el respeto por los derechos humanos. La ley de la selva no gana seguidores, sí enemigos.
Ingrid corre un grave peligro, y es el infierno de la decisión. Aprovechar su odisea para navegar hacia metas meramente partidistas, puede causarle más daño que la narcoguerrilla. Suya es la decisión, y el ejemplo de Mandela como presidente puede que engañe. Sudáfrica postapartheid no es la Colombia de hoy en día.
La humanidad siempre necesitará símbolos, modelos a los cuales adherirse en la búsqueda de metas mayores. Ingrid es un simbolo de esperanza. Ojalá no la perdamos. A ninguna de las dos.
Ingrid corre un grave
peligro, y es el infierno
de la decisión.
Aprovechar su odisea
para navegar hacia
metas meramente
partidistas puede
causarle más daño que
la narcoguerrilla.